¡Proletarios de todos los países, unios!

Inicios del movimiento obrero

El proletariado comienza su actividad organizativa y reivindicativa casi simultáneamente a su aparición, tanto en alianza con otros grupos sociales, como de forma independiente.
Entre las primeras manifestaciones colectivas del descontento obrero destacan las que tenían como objetivo la destrucción de las fábricas y las máquinas, a las que se consideraba responsables del deterioro de las condiciones de vida de los obreros y del desempleo, principal azote del proletariado.
Estas protestas son conocidas con el nombre de ludismo, en referencia a un obrero tejedor llamado Nedd Ludd, simbólico iniciador del movimiento. Contra los incendiarios y mecanoclastas se dictaron en toda Europa severas leyes, en las que se llegaba, como en la promulgada en Inglaterra en 1812, a instaurar la pena de muerte contra los “ludditas”.
Junto a estos drásticos procedimientos, e intentando superarlos, se buscaron fórmulas de acción y de organización que garantizaran la presión obrera. A finales del siglo XVIII nacían en Inglaterra las primeras sociedades de amistad (mutualidades), hermandades o clubs obreros, antecedentes de los sindicatos.
Las primeras organizaciones
La represión del ludismo y la prohibición de las asociaciones obreras condujo a las masas trabajadoras, así como a algunos intelectuales y empresarios, a buscar fórmulas que resolvieran el acuciante problema de las duras condiciones de vida del proletariado. Tras un período de clandestinidad sindical, en 1824 se autorizó en Inglaterra la formación de Trade Unions, sindicatos por oficio que poco a poco tendieron a unirse hasta topar con nuevas prohibiciones.
En los años 30 del siglo XIX surgió el Cartismo, movimiento pacífico que mediante sus manifestaciones y actos públicos consiguió reunir casi dos millones de firmas en defensa de una Carta del pueblo (1837), mediante la cual se solicitaba a la Cámara de los Comunes británica el sufragio universal, mayor representatividad de los votos y otras reformas electorales, con las que pretendían lograr mejoras laborales, educativas y sociales. Algunas manifestaciones cartistas fueron reprimidas de forma sangrienta, lo que contribuyó a la finalización de un movimiento que, en todo caso, debe considerarse un éxito como ensayo de movilización general de las masas obreras.

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